Dice Emilio Lledó que “enseñar no es sólo una forma de ganarse la vida sino que es, sobre todo, una forma de ganar la vida de los otros”. Comparto plenamente su opinión. Estoy convencido de que muchas personas han salvado la vida gracias a buenos maestros y maestras. Quizás gracias a uno sólo.
“Nadie olvida a un buen maestro”, reza el título de un libro de Raúl Cremades. Yo pienso que se trata de un título muy acertado y muy preciso. Si cada uno mira hacia sí mismo podrá encontrarse, probablemente, con algunos maestros o maestras de ese tipo. De esos que no han pasado en balde por la vida de los alumnos y de las alumnas. De esos que han dejado huella.
Recuerdo haber leído en el estupendo libro “Mal de escuela” (tan bien escrito y tan bien traducido), de Daniel Pennac, que a él le salvaron tres profesores. Dice de ellos que tenían una característica común. Y la describe con una expresión contundente: “nunca soltaban a su presa”. Qué hermosas palabras, qué extraordinaria realidad.
Dice Daniel Pennac que él era un zoquete en la escuela y que su libro no es un libro sobre la escuela sino sobre los zoquetes en la escuela. El fue librado del fracaso hasta convertirse en un famoso novelista traducido a muchos idiomas y un acreditado profesor de literatura en secundaria durante más de veinticinco años.
¿Cómo son, a mi juicio, esos profesores y profesoras que “nunca sueltan a su presa”?
“Nadie olvida a un buen maestro”, reza el título de un libro de Raúl Cremades. Yo pienso que se trata de un título muy acertado y muy preciso. Si cada uno mira hacia sí mismo podrá encontrarse, probablemente, con algunos maestros o maestras de ese tipo. De esos que no han pasado en balde por la vida de los alumnos y de las alumnas. De esos que han dejado huella.
Recuerdo haber leído en el estupendo libro “Mal de escuela” (tan bien escrito y tan bien traducido), de Daniel Pennac, que a él le salvaron tres profesores. Dice de ellos que tenían una característica común. Y la describe con una expresión contundente: “nunca soltaban a su presa”. Qué hermosas palabras, qué extraordinaria realidad.
Dice Daniel Pennac que él era un zoquete en la escuela y que su libro no es un libro sobre la escuela sino sobre los zoquetes en la escuela. El fue librado del fracaso hasta convertirse en un famoso novelista traducido a muchos idiomas y un acreditado profesor de literatura en secundaria durante más de veinticinco años.
¿Cómo son, a mi juicio, esos profesores y profesoras que “nunca sueltan a su presa”?
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